Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos 1598- Madrid 1664) Fue un pintor barroco español que desarrolló la mayor parte de su carrera artística en la ciudad de Sevilla.
Zurbarán no
siempre fue grande en la representación de lo humano, en el verismo de sus
figuras, pero alcanzó cotas quizá inigualables en la representación de lo
inanimado. En sus cuadros conventuales a veces la vajilla que hay sobre la mesa
y los pliegues de los hábitos parecen más reales que los monjes representados
(todo esto es de mi cosecha igual lo lee un historiador del arte y me fusila).
No es extraño que Zurbarán representara con tal dominio los tejidos, no en vano
era hijo de un acomodado comerciante de paños, así que telas y tejidos era lo
que tenía a mano desde su infancia, lo que pudo pintar mil veces al natural y
algo que sin duda llegó a fascinarle.
En una ciudad en
ebullición como lo era la Sevilla de la carrera de Indias, la Sevilla de
principios del XVII, donde había más de un centenar de conventos entre
femeninos y masculinos, la especialización en pintura religiosa era un paso
obvio para vivir (bien) del oficio. Pero no porque su pintura sea religiosa
deja Zurbarán de representar en ella lo mundano. A veces cuida más el detalle
del bodegón, la transparencia del cristal de las copas, el realismo de la fruta
y los panes, que la propia escena religiosa. Esta tendencia llega al paroxismo
en sus representaciones de mártires y santas. En estos casos la representación
de los trajes de moda y los tejidos más caros llegan a un nivel de detalle
sorprendente. Las santas, vestidas impecablemente al uso del momento, luciendo
los más caros brocados de Venecia, las más codiciadas piezas de tejido labradas
en los mejores talleres de Europa, miran en muchos casos al espectador con
expresión retadora de satisfacción. Portan los atributos de un martirio en
algunos casos atroz, como si fueran simples objetos decorativos de atrezzo,
como si posaran con ellos para la portada de una revista de moda actual.
Aquellas series
de santas y mártires le costaron a Zurbarán algunas críticas descarnadas. Pero
también supusieron un éxito rotundo y un aluvión de encargos para diversas
Iglesias y conventos de Sevilla, de su entorno y de aquella América hasta la
que llegaban incluso los productos más básicos en la flota de Indias que dos
veces al año partía desde la ciudad el Guadalquivir. Tal fue el éxito de las
santas que tuvo que poner a su taller a pintar santas en serie como si de
souvenirs o estampitas se tratase.
A pesar de la
incomprensión que en muchos sectores supusieron aquellas en cierto modo
descaradas representaciones femeninas, hoy esta exposición reconoce a Zurbarán
precisamente por ello, por ser seguramente uno de los primeros creadores de
moda de nuestra historia. Y es que a la postre, aquellos sesudos y graves
críticos contrarios la frivolidad y el descoque de aquellas santas, se ven hoy
ridículos en su crítica, mientras que en la feria de las vanidades y
apariencias que es este mundo nuestro lo profano y veleidoso de las santas de
Zurbarán en particular y del mundo de la moda en el vestir en general arrastra
multitudes.
Quizá lo que más
me sorprende de la exposición es que se desarrolle en los dormitorios (alto y
bajo) de un convento de clarisas. Era un ámbito en cierto modo profano dentro de
lo sagrada que ya es por sí una clausura. La planta baja, el sombrío dormitorio
de verano, envuelto en aquella penumbra donde solo destacan los cuadros, como
luninarias, parece un ámbito sagrado, si no de una sacralidad religiosa, sí
cargado ese halo de veneración y reverencia que en el mundo contemporáneo se
tiene por el arte. En cambio en el dormitorio alto que se usaba en invierno
desfila la feria de las vanidades de unos creadores de moda que en muchos casos
pretenden hacerse notar ellos mismos más incluso que su obra.
Bajando la
escalera, cuando ya me marchaba, sentí una ráfaga de aire helado y me pregunté,
entre irónico y misterioso, si no sería el aliento de una antigua clarisa
ofendida con lo que allí ocurría. Salí imaginando qué pensarían de todo esto
aquellas monjas arcaicas, aquellas dueñas del siglo XIV que daban cobijo a Doña María Coronel en su huida de las apetencias carnales de Pedro I el Cruel. De
todos modos, reflexioné ¿qué no habrán visto estos muros? Si fueron testigos
allá por el siglo XIII de los amores prohibidos de doña Juana de Pontieu, que
llegó a ser reina consorte de Castilla, que llegó a estar casada con un rey
santo y viudo (Fernando III) y que a pesar de ello no le importó un ápice morir
en la ignominia, ser vilipendiada por las malas lenguas de su época por
mantener una relación con su hijastro, el infante don Fadrique...
Hola chic@, es fantástica la introducción,
información y reflexión de Ángel sobre
las Santas de Zurbarán, es otra forma de ver la exposición, y uno de los
eventos e itinerarios que han realizado en la agencia de viajes de Ángel y
Henry tienen por medio mundo, la Sevilla Romántica y Rebelde ha tenido tanto éxito
que la han prolongado hasta finales de año.
Aparte de los cuadros y de esa otra forma
que Zurbarán vio a las Santas y mártires ,siendo un escándalo en aquella época
donde todo era oscurantismo perdición y pecado la obra fresca de colores y
ricos ropajes y estilismos vanguardista rompedor de moldes y estereotipos donde
la mujer solo pasaba a la posteridad por sufrir mucho o se muy malas ,no había
un termino medio y desgraciadas de aquellas que sobresalían o eran perseguidas
mutiladas, violadas, asesinadas en honor a las normas establecidas. A los
hechos me remito con un solo nombre, Doña María Coronel, para ejercer su
derecho a ser ella misma y disponer de su herencia, se tuvo que echar aceite hirviendo
en el rostro para que Don Pedro el Cruel la dejara tranquila. ¡Fuerte!
Ser mujer y no morir en el intento
era una realidad tan tremenda, temeraria mi enhorabuena a Ángel que me a hecho
sin saberlo conocedora de estas mujeres que sufrieron lo suyo por no dejar de
se ellas mismas, con razón o sin ella, pero solo querían ser ellas mismas
siendo dueñas de sus vidas.....gracias a Zurbarán, que también paso lo suyo y
darles dignidad color y elegancia, a sus sufrimientos. Por ser diferentes como
nosotr@ salvando tremendas diferencia, mi respeto aunque no comparta como
llegaron a ser ellas misma. Pero como dijo aquel:" sarna con gusto no pica,
pero que mortifica que se los digan a ellas".
Besos Lola.